Lo artístico en el proceso de sanación

Publicado en Facebook, el 16 de febrero 2022


Hay algo del proceso de sanación que tiene que ver con lo artístico.

Porque a medida que vamos sanando, que vamos pudiendo escuchar nuestra herida y curarla (desplegando las mil maneras en las que nuestra herida necesita ser curada, cada vez diferente, cada vez otra) vamos moldeando nuestra vida de la misma manera en la que un artesano moldea su artesanía, un pintor su cuadro o un músico su obra.

Moldeando nuestra vida y ensuciándonos en el moldear, porque en cada creación hay también los callos y las manchas propias de todo lo que amamos.

Y en este moldear la vida, en este amasarla lento y blando y fuerte, en estas manos hundiéndose en la masamadre, hay también una forma anhelada que se va haciendo afuera, un cuidado, un deseo.

Un armado de eso que escuchamos primero adentro para poder después intentarla en nuestro vivir.


Y hay también un tiempo.

Porque el proceso necesita tiempo, como todo lo que amamos. Tiempo para el llanto, para la escucha, para la acción. Un tiempo no apurable, no negociable; un tiempo en el que debemos retener la ansiedad de querer estar mejor ya, que no es otra cosa que querer más a quien quisiéramos ser que a quienes somos.

Un tiempo para el amor.

(Porque ¿Cómo hacer el amor sin tiempo?)


Y entonces, lenta, blanda y bellamente la vida que anhelamos comienza a emerger, como una hoja en la rama; vulnerable, frágil, tan frágil que casi no está allí, aunque está.

Y de a poco, esa frágil vida anhelada toma forma en nosotros, en nuestra cotidianeidad y nuestra vida cotidiana se va llenando de esa vida, de esa vida que antes buscábamos rechazándola y que ahora, cada vez un poco más, buscamos buscándola.

Y de a poco somos afuera como ya éramos adentro, allá en lo hondo, debajo de las olas.


Y más entonces aún, empieza a haber hendijas; hendijas, poros, huecos por donde aparece la Vida. Ya no la vida nuestra, la que anhelábamos y la que, paso a paso, hemos ido construyendo en nuestra vida, sino la Vida: Aquello más grande que nosotros, aquello que sin saber cómo ni por qué ni para qué nos acuna, nos lleva, nos abraza y nos cuida.

Como una madre inconcebible que vela por nosotros.

Y así, hay momentos (porque el intento de plenitud constante también es sólo una exigencia de nuestra locura) en los que algo de la gratuidad y de la gratitud emerge en nosotros. Y del asombro de aquel niño que fuimos y de este niño humano que somos ante la inmensidad de aquello que permanentemente se nos escapa y que, sin embargo, es lo que nos contiene.

Asombro

Ojos abiertos

Mirada que no alcanza


Para ello sanamos nuestras heridas, para que el inconcebible amor de la Vida pueda darse en nosotros.

Y para que nosotros podamos soportarlo.