Espacio (terapéutico)


Al principio la terapia suele ser siempre un "no quiero". Tanto es así que al principio suele no ser.

Un "de ninguna manera", un "¿para qué?", un "tengo amigos", un "puedo sólo", un "¿cómo ese va a saber más de mí que yo mismo?"

Sin embargo, la vida es generosa y pone siempre la misma puerta cerrada, mientras… vos te seguís golpeando siempre mismo con lo mismo el mismo.

Entonces, si podés escuchar al menos un poco, si la soberbia (o el miedo, tan primos hermanos) se te duerme un ratito, si tenés la suerte de un día hartarte de estar harto ya de estar harto de vos mismo… finalmente probás. Finalmente un día golpeás la puerta, pero la otra, y alguien te abre del otro lado.

Y entonces, aunque todo es lo mismo, (ya) pasa otra cosa. Pasa el "Es un tiempito, hasta que resuelva esto que no le encuentro la vuelta". Un "toco y me voy". Un "lo resolvemos rápido ¿dale?".

Pero claro, si el terapeuta no intenta resolver sino sanar, si el terapeuta permanece sentado en lugar de correr atrás tuyo aunque vos camines por las paredes del consultorio, entonces los tiempos nunca son como los que la ansiedad te marca (Porque en realidad, la ansiedad es juez y parte del problema ¿no?. Es la voz que te dice "dale, ojo, no te vayas a entregar ¿eh?. Mirá que tenés que poder sólo ¿eh?. Bueno, y si sólo sólo no podés, vení, resolvé rápido y rajá ¿eh?". Si. Pero esa voz ¿no es también la que te angustia? Ah, no, en este momento del proceso aún no te diste cuenta.)

Sin embargo, insisto, si el/la terapeuta está más interesado en vos que en que vos seas otro y las sesiones son un tironeo entre tus ganas de irte y tu tristeza pidiéndote que te quedes; y, sobre todo, si vos te podés quedar, entonces el espacio terapéutico empieza, de a poco, casi sin que te des cuenta, como pidiendo permiso a tu propio permiso, a ser justamente eso: Un espacio. Un Espacio.

Y allí, en ese Espacio, algo de vos se acomoda y entra en otro tiempo. Otro tiempo de vos. Otro tiempo porque entrás con tu angustia de hoy y vas a la que siempre está aunque no te des cuenta. Y otro tiempo porque los 50 minutos duran a la vez un instante y todo el tiempo todo.

Y entonces, si lo podés sostener, si la terapia empieza de a poco a instalarse en tu vida, si esa hora ya no se mueve de tu agenda, si la defendés de tus propios mandatos de siempre tener algo más urgente o importante; entonces un día te das cuenta de que ya no pensás en cuándo te da el alta o en si te va a dar el alta o si existe el alta, porque en realidad ni siquiera parecería ser que estás enfermo y entonces ¿cómo te van a dar el alta de un lugar en donde no se te ve como un enfermo? Y además, y sobre todo y fundamentalmente, ya no estás huyendo. ("Ah, es cierto, antes estaba huyendo…")

Ya no estás huyendo.

Y entonces ya podés empezar a quedarte, a quedarte en un Espacio que es tuyo. (Siempre lo fue, pero ahora puedo quedarme).

Y así, ese mismo lugar, antes tan del otro, antes tan de amenaza, de mirada de reojo, de calcular, casi de enemigo, de "¿qué te pasa?", "¿quién te creés que sos?", "¿a mí no me vas a decir lo que tengo que hacer?", aquel lugar tan familiar en el que voy a defenderme de aquello tan familiar… ese lugar, digo, ahora empieza a ser mío. (Siempre lo fue, pero ahora puedo quedarme).

Mío porque me lo dio el otro. Y porque pude quedarme.

Mío porque el otro me dio un lugar. Y yo pude tomarlo.

Así, si como yo, tenés suerte y soportaste, habitaste y sostuviste un Espacio durante los primeros 26 años del proceso terapéutico te das cuenta de que el Espacio Terapéutico es una casa a la que siempre podés volver. Que tu terapeuta es una casa a la que siempre podés volver, volver para mirarte desde los ojos que más pueden mirarte: Los del otro.

Porque (como dice Hugo Mujica), "…no son mis ojos los que pueden mirarme a los ojos, son siempre los labios de otro los que me anuncian mi nombre"

Así, en otro nacemos. Así, en otro nos constituimos como adultos.

Porque eso es el Espacio Terapéutico: Un lugar donde un otro me devuelve la posibilidad de ser quien ya soy allí donde aún no me di cuenta.